En enero de 1939 tres jóvenes británicos estaban en Praga con un mismo objetivo: rescatar a niños judíos perseguidos por el régimen nazi. Uno era Nicholas Winton, un joven que iniciaba su carrera de corredor bursátil en la City de Londres. Otro joven era un profesor de un colegio en Swanage, condado de Dorset, en el sur de Gran Bretaña. La tercera era una chica, la abogada Doreen Warriner, la mayor y tal vez la más vinculada políticamente.Los tres, en una carrera contra el tiempo de solo semanas, lograron instalar una oficina en Praga con vínculos en Londres para seleccionar niños vulnerables, reunir recursos financieros y dar curso al papeleo administrativo. En pocos meses salvaron a 669 niños. Fue como una luz mágica antes del torrente de oscuridad que aplastó Europa por los siguientes cinco años.
Este mes se estrenó en Santiago la película Lazos de vida, del director James Hawes, que tiene como gran atracción la actuación de Anthony Hopkins en el papel de Nicholas Winton. Un relato que narra los márgenes de las grandes corrientes de la historia. ¿Qué son 669 niños entre los más de dos millones asesinados en los campos de exterminio? Significa la vida, como la de mi padre, uno de los niños rescatados, pero también, y en primer lugar, de la esperanza en nuestra especie. Nicholas Winton no tenía porqué estar en Praga arriesgando su vida lo mismo que Doreen y Trevor. Lo hizo por un deber ético que todavía tienen algunas personas. “Eso es lo que me enseñaste” le dice a su madre cuando ella le pide que regrese a Londres. Una madre interpretada por Helena Bonham Carter que, como antes decían mis tíos cinéfilos, “se roba la película”.
Los miles de niños rescatados de los nazis en el programa Kindertransport no es titular de los diarios ni parte de la historia más conocida. Hay escasos libros y menos trabajos documentales. Solo recuerdo Into the Arms of Strangers, candidata a Oscar en 2000, que relata con detalle el programa para los niños refugiados. Una narración llena de registros e imágenes, que hasta incluye la de mi padre Peter durante sus primeros meses en Inglaterra.
En esta renovada escritura de la historia podemos observar distintos momentos. Después del rescate de los niños nadie habló ni escribió sobre aquello hasta 1988. Un programa popular de la BBC llamado That’s Life invitó a Winton a contar la historia con el efecto de un altísimo rating. Más tarde se sumaron los tabloides que hablaron de él como el Schindler británico y suma y sigue. Años más tarde Winton es reconocido por la reina de Inglaterra y su historia se convierte en un relato popular. Es esta doble historia la narración de Lazos de Vida.
El rehacer de la historia de Nicholas Winton y como extensión de Trevor Chadwick y Doreen Warriner los ha revivido después de 50 años. Winton tiene una estatua en la Estación Wilson de Praga, desde donde salieron los 669 niños. A Trevor Chadwick la comunidad del Forres School levantó un monumento en su honor en el pueblo de Swanage en 2022 y Doreen tiene un memorial en Praga inaugurado en 2019. La historia se escribe en diversos momentos, direcciones y percepciones.
Nicholas Winton murió a los 106 años y mantuvo durante su última etapa de vida una relación con las personas que rescató y sus descendientes. La última escena transcurre en la piscina de su casa. La llena para recibir a los hijos o nietos de los niños que rescató. Y cuando llegan, se bañan fascinados.
La película de James Hawes abre esa narrativa, la deja como un sentido de futuro. Porque la historia no termina, es un curso acumulado a veces, en otras liberado. Pero siempre estará presente.
Paul Walder