El West End de Londres, ya un centro vibrante de cultura y entretenimiento, se ha convertido recientemente en el hogar de la atracción turística más popular de Gran Bretaña, superando incluso al renombrado Museo Británico. Outernet, un gigantesco espacio de arte digital inmersivo, anunció en diciembre que había recibido asombrosamente a 6.25 millones de visitantes en su primer año de operación, eclipsando los 5.83 millones de visitantes registrados por el Museo Británico en 2023. Este cambio en la popularidad subraya una tendencia significativa en la forma en que las personas consumen cultura visual, planteando tanto desafíos como oportunidades para los museos y galerías tradicionales.
El éxito de Outernet es solo un ejemplo de un fenómeno global que ha visto la aparición de más de 100 instituciones inmersivas en los últimos cinco años. Estos lugares, que me gusta llamar “instituciones inmersivas”, están formando conscientemente redes globales y remodelando el panorama del consumo de artes visuales en todo el mundo. Respaldados por prominentes inversores y exhibiendo una nueva ola de artistas digitales, representan una fuerza formidable en el mundo del arte.
Uno de los ejemplos más llamativos de esta tendencia es Sphere en Las Vegas, un monumental lugar de actuación con cúpula de $2.3 mil millones que presenta obras de artistas aclamados como Refik Anadol, Marco Brambilla y Es Devlin. Con su reciente apertura en septiembre de 2023 y una residencia de la legendaria banda de rock U2, Sphere ejemplifica la escala y ambición de estas instituciones inmersivas.
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Según András Szántó, autor de El Futuro del Museo: 28 Diálogos, estos desarrollos señalan un caso clásico de innovación externa que plantea desafíos a los museos de arte tradicionales. A medida que las instituciones inmersivas compiten por el interés del público y el gasto en ocio, los museos deben adaptarse para seguir siendo relevantes en el siglo XXI.
Los orígenes de este movimiento de instituciones inmersivas pueden rastrearse hasta el Atelier des Lumières de París, que abrió sus puertas en 2018 y atrajo a más de 1.2 millones de visitantes en sus primeros nueve meses. Desde entonces, lugares similares han proliferado en todo el mundo, desde el TeamLab Borderless de Tokio hasta The Lume en Melbourne, ofreciendo experiencias de arte digital cautivadoras a millones de visitantes.
Si bien algunos críticos argumentan que el arte digital inmersivo prioriza el espectáculo sobre el contenido, no se puede negar su popularidad e impacto en el mundo del arte. Estos lugares operan con modelos comerciales diferentes a los de las instituciones tradicionales, atrayendo a un público más joven y diverso ansioso por nuevas formas de experiencias culturales.
Además, las instituciones inmersivas no son simplemente competidoras de museos y galerías; también presentan oportunidades de colaboración. Muchas instituciones tradicionales ya han comenzado a involucrarse con esta tendencia, colaborando con lugares inmersivos para llegar a nuevos públicos y experimentar con formatos de exposición innovadores.
A medida que el movimiento de instituciones inmersivas continúa creciendo, el futuro del consumo de artes visuales sigue siendo incierto. Sin embargo, una cosa está clara: los museos y galerías no pueden ignorar esta tendencia transformadora. Al abrazar la colaboración y la innovación, pueden aprovechar el potencial del arte digital inmersivo para enriquecer el panorama cultural para las generaciones venideras.